La Calzada de Guadalupe, en la Ciudad de México: ¿habrá alguien que no la haya caminado alguna vez en su vida? Cuánta historia detrás de una sola avenida. Y, sin embargo, ahora, con la pandemia, ha tenido que ver menguada su saturación de fieles que acuden a la obligada visita a la basílica más importante de México. El autor de la siguiente crónica nos hace un pequeño retrato de cómo está hoy.

 

Iván Rivera

Fotos: Iván Rivera

 

La calzada de Guadalupe, en la Ciudad de México, ha sido testigo de sangre, sudor, lágrimas y anhelos.

Construida entre 1786 y 1791 ha conectado los sueños, peticiones y milagros de millones de mexicanos y extranjeros con sus seres espirituales.

Año con año mares de personas caminan la avenida desde lugares inimaginables para llegar a la Basílica de Guadalupe, que actualmente es el lugar más significativo para la fe católica en América Latina.

Por más de cinco siglos el cerro del Tepeyac, que es donde termina la vialidad, ha visto llegar a su centro a millones de peregrinos, primero, a los prehispánicos que adoraban a Tonantzin; posteriormente, a la Virgen de Guadalupe, cuando en 1531, en los inicios de la Conquista, el cerro fuera testigo del milagro guadalupano, apareciéndosele a Juan Diego. Este hecho dio pauta a la fundación del pueblo de Guadalupe y del primer templo edificado en el año de 1622.

Paralelamente se encuentra la calzada de los Misterios, flanqueada por 15 monumentos, que les recuerdan a los peregrinos los misterios del rosario y que sirven para que, mediante los pasos, mediten sobre las virtudes marianas y rezar las aves marías, pero, con el paso de los años, se convirtió en una vialidad secundaria para llegar al recinto religioso.

Tras varios siglos, la calzada de Guadalupe ha sufrido diferentes cambios: desde la llegada del ferrocarril, las primeras vialidades de tranvías de locomoción animal y, a principios del siglo pasado, un sistema de tranvías eléctrico que con el pasar del tiempo ya llegaba hasta el primer cuadro de la ciudad; sin embargo, aún sigue conservando ese ambiente de solemnidad y perseverancia tan único en la Ciudad de México.

Aún está de pie el edificio del orfanato para niñas San Antonio y Santa Isabel, construido en 1926, pero gran parte de sus construcciones de carácter colonial ya fueron sustituidas por pequeños edificios y casas que son más características de la modernidad.

Actualmente, la calzada está flanqueada por dos vialidades que conducen en un solo sentido desde la avenida Reforma hasta la Basílica, en la parte central la adornan una gran cantidad de árboles, mayoritariamente jacarandas, que en la pretemporada de primavera vuelven a la vida mágicamente, como un milagro anual a cargo de la mismísima virgen morena. Es increíble cómo van cayendo las flores moradas tapizando las calles en un color tan intenso que con la luz del sol se torna de un tono morado angelical.

Diariamente caminan por su vialidad miles de transeúntes, desde vendedores, estudiantes, obreros, trabajadores y unos cuantos que se perciben de la más alta alcurnia.

Esta avenida no discrimina a nadie, pero sí es muy contrastante: por un lado están las plazas comerciales de Tepeyac y Misterios, equipadas con supermercados y restaurantes caros, dispuestas a que las personas compren toda clase de mercancías y souvenirs; por el otro, tiendas familiares que se esmeran en sobrevivir ante la elitización de los grandes consorcios: locales de comida, garnachas, panaderías y puestos de periódicos.

En cuanto a las viviendas que se encuentran sobre la avenida de la fe ocurre el mismo fenómeno, en algunas zonas están edificadas casas de lo más modernas, con sus fachadas hermosas, con sistemas de seguridad inquebrantables y de donde salen autos último modelo, conducidos por personas con piel de marfil y semblante imponente; sin embargo, contrastan con los condominios de interés social, casas desgastadas y viviendas humildes, de donde salen numerosas familias, con la ropa percudida por los años, personas con sobrepeso, pelo graso y tez morena.

Algunos indigentes desafortunados pasan las noches en las calles, peregrinando eternamente en búsqueda del rincón más cálido y térmico que los proteja del frío.

Actualmente la pandemia apagó la vitalidad del lugar, en los años anteriores pasaban durante todo el año cientos de grupos de peregrinos que en cada época diferente llegaban a la basílica de Guadalupe en búsqueda de milagros o simplemente en agradecimiento por algún favor cumplido por la virgen. Gremios de profesionistas, oficialistas, autoridades religiosas y gubernamentales pasaban por la calzada, alegrando la vista de los habitantes o arruinando la vida a aquellos conductores, presos de los embotellamientos sin fin.

El aislamiento se llevó la devoción, fe, pasión católica y millones de toneladas de basura que van dejando los peregrinos.

En la calzada ya no suenan las batucadas y tambores, ya no se ven a campesinos y licenciados en grupo. El 12 de diciembre de 2020 lo único que se vio fueron grupos de especialistas con sus atuendos blancos en cercos epidemiológicos. ¿Cuándo será el día en que en la Calzada de Guadalupe vuelvan a fluir los ríos de gente?

 

(Esta crónica fue leída en el podcast "Las bolas del engrudo" por el autor)