Esta crónica, escrita las primeras semanas del encierro, nos cuenta cómo viven las consecuencias de la pandemia algunos de los familiares del autor, en los países vecinos del norte; para nadie es extraño ya que el impacto del COVID-19 está siendo en materia económica, brutal, por decir lo menos. Y, al menos ahora, es el principio.
Carlos García
América del norte está unida, al menos en un solo padecimiento.
En Regina, provincia de Saskatchewan, en Canadá, aun con nieve y temperaturas congeladas, los niños se aburren de estar en casa haciendo homeschool, llevan así tres semanas. Santiago y Emiliana, de 10 y 8 años, entienden lo que sucede, al menos con el virus, y estoy seguro de que esto quedará en su memoria, así como la crisis de los 80’s quedó en la mía.
Crecer con ropa y juguetes que habían sido de nuestros hermanos era normal, inclusive de nuestros primos. La crisis en México comenzó a finales de los 70´s y terminó a mediados de los 90´s; parece tan lejana que casi la olvidé, sin embargo, hoy se asomó y me dijo: ya te extrañaba.
Mi hermano en Canadá se preocupa, pues el cierre de las fronteras con Estados Unidos no está muy claro y dependen de los alimentos que provienen de este país. Aun hay comida en el supermercado a dos cuadras de su casa, pero no sabe por cuanto tiempo habrá. De la misma forma que sus hijos, él hace homeoffice desde el principio de la pandemia, sin embargo, no sabe por cuánto tiempo más se llamará homeoffice y cuándo comenzará a llamarse desempleo. La gente en Canadá no está acostumbrada a ahorrar -me comentó- allá las crisis no existían y por lo tanto su preocupación no era la falta de recursos, sino solamente el crudo invierno. Este año todo se vislumbra aún más crudo. Él, sin embargo, está “preparado”. Al menos eso cree.
En San Diego, California, en Estados Unidos, a Roberto y Alyssa (mi cuñado y mi concuña), el virus les cambió la vida. Ellos, junto a su hijo de 5 meses, Leo, han tenido que abandonar su casa y mudarse abruptamente a Nebraska antes de que cierren el estado y blinden las carreteras, para intentar contener el virus.
A Roberto, su tipo de trabajo como encargado de embarques, no lo permite hacer homeoffice y debido a la situación de contingencia le han dado 6 semanas de estancia domiciliaria a medio pago, sin opción a retornar a su trabajo en por lo menos 3 meses, es decir: las siguientes 6 semanas, no tendría ingresos; sin embargo, todo empeoró hace unos días que Alyssa recibió la noticia de que sería despedida a final de mes. Allá las garantías y derechos laborales no contemplan finiquitos ni seguros de desempleo. Así que deberán abandonar inmediatamente San Diego, una ciudad encantadora, pero extremadamente cara.
Roberto venderá su auto y su moto, Alyssa también venderá su auto y están haciendo además venta de garage, luego saldrán rumbo a Nebraska, sin autos, sin cosas y sin trabajo. Alyssa es de una ciudad muy pequeña y a sus 26 años, en su país, jamás había vivido alguna crisis, para ella todo es nuevo y atemorizante. Sin embargo, tomo una abrupta decisión rápidamente: llevarse lo poco que pueda recuperar, antes de que todo llegue a empeorar. Sin empleo y sin seguros médicos Estados Unidos es la pesadilla americana.
En mi caso, hace unas semanas me mandaron de homeoffice por lo menos 6 semanas, con la encomienda de no malgastar mi dinero. El día de quincena -y pago- me llamaron y me dijeron que me pagarán la mitad y cuando esto mejore se compensará lo retenido de forma paulatina, al menos es lo que hasta ahora se ha dicho. La incertidumbre en cada día de pago se sumará a la ansiedad de las cuentas por pagar.
De forma abrupta la crisis de salud de convirtió en una crisis económica: se veía venir desde hace varias semanas, pero no pensé que el efecto fuera a producirse así de rápido y contundente.
Información corrupta, errónea y mal intencionada he visto pasar desde mi casa los últimos días. Hasta ayer el homeoffice parecía una virtud, hoy se ve como desgracia.
Entre tanto, la comicidad del Tik-tok, la veracidad del Facebook e Instagram, teorías conspirativas y noticias de la pandemia, el “karanavairus” (como muchos le nombran a raíz de un video de parodia sobre la crisis pandémica de salud) nos ha trastornado la vida cotidiana, nos mantiene en encierro permanente con miedo a lo que sucede, pero sobre todo a lo que sucederá el resto del 2020.