Inicia en la ciudad uno de los eventos más esperados del año: la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Y desde el lugar en el que se lleva a cabo -la Expo Guadalajara- David Izazaga estará haciendo todos los días una crónica sobre lo que se encuentre, escuche, vea o se le ponga enfrente. Aquí va la primera.

David Izazaga

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Hay que vencer el sueño, recordar que es sábado ya, pero no cualquier sábado, sino el sábado en el que inicia la FIL, que -ahora sí- cumple 25 años. Hay que decidir cómo irse: si en camión, con todos los riesgos que tomar esta decisión implica en estos momentos en la ciudad y aventurarse a: que no pase; que pase y no te dé la parada; que pase pero vaya lleno; que pase, pero no vaya para la expo Guadalajara; que nunca pase porque se pusieron en huelga… en fin. O bien, si es que decides que mejor te vas en taxi, sea mucho peor porque quizá ocurrirá que te cobre lo que te pensabas gastar en libros, o que te toque uno de esos parlanchines y pispiretos que se ponga a platicarte lo que no quieres que te platique o te ponga música que no quieres escuchar. O que el taxista salga conocido de tu familia y se vaya todo el camino diciendo que qué grande estás, «Davidcito, si yo te cargué y te ví hacer berrinches porque se te caía el barquillo con todo y bola de nieve sobre mi pantalón».

¡Por Dios, nada de esto! Mejor en auto, que al cabo somos muy machos de Jalisco y aguantamos el tráfico, el calor, los baches, los conductores que al llegar a cualquier glorieta se atolondran y piensan que nomás hay que seguir derecho y ya, y la gran fila de autos que se forma en Mariano Otero y las vueltas y vueltas que hay que dar por calles aledañas en las que no habrá ni un huequito para estacionarse y donde sí los hay, colocan botes, cubetas y a veces hasta la mecedora de la abuela, que al cabo está dormida y ni cuenta se da. Y el estacionamiento gratuito se llenó quizá no desde hoy, sino desde anoche o desde hace un año. Y después de muchas vueltas mejor meterse al de la expo y fingir que los cincuenta pesos que paga uno no son para engordar el bolsillo de los dueños de la expo, sino que irán a parar a obras de beneficencia, tales como construir más estacionamientos al grado de que no haya en las calles nada, ni negocios ni casas, sino sólo estacionamientos. Y piensas que lo que te hace casi delirar es la emoción de haber llegado ya a la FIL y detectar de inmediato el tenue pero constante olor a chocolate que flota en el ambiente.

Hay que entrar. Y agradecer que hay un gafete que te cuelga del cuello y que -como a Mario Bros cuando encontraba honguitos y ganaba vidas- a ti casi igual te da el derecho de pasar por la puerta sin siquiera tener que formarte minutos valiosos para comprar tu boleto. Y ya adentro saludas a todos y a nadie. «¿Cómo estás Trino?» Y quién sabe si saludaste a un monero o a un diputado. Y a caminar entre los mares de gente que pensabas serían más y darte cuenta que lo primero que ve quien llega por la entrada principal es un estand en el que voluptosas damiselas venden tequila. No te detienes ni cuando las aeromozas falsas (¿o se traerían las de verdad? ¡pobre avión al que dejaron sin aeromozas) te guińan el ojo ni cuando ves la casita de madera en medio de tu camino. A la entrada del área internacional siempre has pensado que debería haber cojines, o sea almohaditas, pues, para que la gente se tumbe sin recato, que de todas maneras se tumba.

Evitas la avenida poetas, no se te vaya a pegar y agarras la de cronistas, que tu pantano es de esos. Y llegas a la que creerías que era una cabina de radio y hoy es una salita en la que seguro se oirá el ruido de fondo de la FIL. Y lees frente al micrófono esta crónica, ante los ojos de Alfredo Sánchez y Gaby Bautista que miran el reloj porque el tiempo se viene encima y a ellos no les gusta que cualquier cosa se les venga encima, menos el tiempo. Y terminas, sólo por hoy, que inicia la FIL.

(Crónica leída en el programa Como en Feria, producido por Radio Universidad de Guadalajara desde la Feria Internacional del Libro, el sábado 24 denoviembre de 2012)

David Izazaga es coordinador de los Talleres de Crónica de la Librería José Luis Martínez del Fondo de Cultura Económica y catador de postres (tiene a los Garibaldis de El Globo, los Cup Cakes de Paulette y al Capricho de Marissa como a sus mejores postres del momento). Es escorpión con ascendente en Libra, no le gusta la sardina, ama el pulpo y, por supuesto, cree que el fin del mundo está siendo anunciado por medio de la multiplicación de los “viene-viene”. Teme que Bryce Echenique dé con esta página y termine plagiándole alguna de sus crónicas.