Ir solo a un concierto en Guadalajara puede desatar los peores instintos del ser humano. Sobre todo si la música no comienza a tiempo.

«El miedo del mundo, la lucha por encararlo y no huir,
el miedo de la realidad, es la más real de todas mis experiencias.«
Tennessee Williams

¿Mark David Chapman?
El flyer avisa que el concierto comienza a las nueve. El individuo, que nomás no se siente Yísus Craist porque es ateo, va ataviado a lo que, en su época, era estar completamente amalgamado con “la banda”, esto es: pantalón de mezclilla un poco raído, playera de una banda noventera (esta vez la mítica playera negra que lee “Zero” y bajo las letras de tan importante/insignificante número inventado por los mayas, una estrella, ambas en plateado) bajo una leñadora a cuadros y tenis Vans Chukkas negros de gamuza, parece un tipo perdido en el tiempo.

Llega a las nueve y quince, en la calle, los chicos de Seguridad los cachean “de rutina” y le piden abrir su morral; bromea acerca de traer una bomba. Los ojos de pistola de los tipos le indican que en estos tiempos aciagos, no está el culo pa’ besitos.

El bar, ubicado en un segundo piso de un edificio en la avenida más llamativa de Guadalajara, parece más un caro loft u oficina de lujo en la mejor zona de la Ciudad que un bar donde se escuchará música experimental con ligeros toques de psicodelia, folk, shoegazing y ruiditos chispeantes y pastorales coros; sin embargo, tiene un escenario más que decente.

Al DJ se le ocurre que a la poquísima concurrencia que a esa hora se da cita en el local le van bien las “Leyendas del Rock” de los sesenta, setenta y ochenta, representados por Wham!, Queen, Led Zeppelin, Janis Joplin, Jefferson Airplane o Bob Dylan. Pasan, en tres de diez pantallas de plasma que hay, el partido del Morelia contra el Motagua que a nadie le importa, excepto al chico de la leñadora y mezclilla. Un mesero lleva la carta a la mesa donde está sentado.

Hay tan poca gente que reconoce a Andy, todólogo de la banda a la que vienes a ver: Antoine Reverb. Esta vez, será principalmente tecladista y vocalista en ocasiones. Decide quedarse en su mesa para que no lo traicionen los nervios. Pide una cerveza.
Se escucha a Ozzy Osborne con sus reumas y sus traumas cantar “Paranoid”.

Finished with my woman ‘cause she couldn’t help me with my mind
People think I’m insane because I am frowning all the time
All day long I think of things but nothing seems to satisfy
Think I’ll lose my mind if I don’t find something to pacify
Can you help me occupy my brain?

Ir sin compañía a un concierto es la cosa más salvaje que ha hecho. Viejo lobo de mar que es en esos menesteres, incluso cuando iba solo sabía encontrar jauría dónde arroparse. Esta vez no es el caso. Con la mirada de los meseros enterrándose en su nuca, bebe sorbos pequeños de cerveza mientras intenta calmar su ansiedad prestando poquísima atención al partido que pasan en la pantalla. Es lo que hay.

El DJ experimenta con el sonido del local, baja y sube agudos, graves; matiza, modera el volumen abruptamente…

Alguien debería ponerle un tiro.

Llega Miguel, quien se encarga de las percusiones en Antoine Reverb. Cotorrea con unas chicas… Está a las espaldas del sujeto, quien sospechosamente saca de su morral… un cuaderno y su pluma.

El partido no va a ningún lado. Morelia ha anotado dos insulsos goles (meterá cuatro en total) bajo un torrencial aguacero. Poco a poco ha empezado a llegar más gente. Ves a Diego y a Cyn sentados en una mesa cercana al escenario… Benja se para de la misma mesa y va con otros amigos. Tres personas empiezan a colgar propaganda electoral en el bar con la leyenda “M.A.S. Por Jal F.C” con vivos en rojo y verde. Por si acaso, mantiene dentro de su morral una mínima Victorinox. No vaya a ser que sea él al que le toque el honor de sacrificar al DJ o al tipo mamoncito que sin más puso las mantas proselitistas. Ahora el DJ pone Kings of Leon, The Killers… El puño se distensa y deja en el fondo de la bolsa la navaja. Tímidamente saluda a Miguel, a quien conoce por haber sido su proveedor de música de cabecera. Hablan de todo un poco: las redes sociales, la música.

Los chicos de Yellow Yesterday han subido al escenario. La sorpresa es que la chica toma la batería y le pega como los grandes y lo que no sorprende tanto es la relación, desde el nombre, con la música ligada a The Beatles. Canciones que van a Guayabitos, ventanas que no se abren, que alquilan submarinos casi amarillos: la aparición especial de Richy Valenz enfundado en la voz nasal de los Hombres G.

Ya el corazón late despacio. El mundo sobrevive a base de música: la hecatombe se arrulla y muere en un golpe de batería.

Víctor César Villaobos «El Chiva» (Guadalajara, 1978) no tiene mucho qué decir de sí mismo. Es melómano irredento y escribidor. Como Bartleby, preferiría no hacerlo.