A mi llévame por donde no haya glorietas
El autor de esta crónica está completamente seguro de que los tapatíos poseen genéticamente esta predisposición a turbarse cuando van manejando en una glorieta; así se justifica cómo quien va pegado a la misma, quiera de repente -mediante volantazo efectivo- dar vuelta a la derecha, o bien, el que maneja por el carril de la...