El autor del presente texto hace un recorrido en su memoria por aquellos programas de radio  memorables que lo acompañaron en su juventud, en Guadalajara. La radio, sin lugar a dudas, marcó a toda una generación, porque no solamente se trataba de música, sino de entretenimiento, información y diversión. En la era del podcast, es necesario recordar aquellos programas que nos hacían pasar horas escuchando.

Miguel Mariscal

Foto de Dave Weatherall vía Unsplash

 

Puedo decir que siempre, o casi siempre, fui una persona que creció con la radio. Desde que tengo uso de razón, ese aparato estuvo presente en mi casa: mi niñez, adolescencia y todavía un poco más. A mi madre siempre la recuerdo con la radio encendida, escuchando música en medio de sus quehaceres, y cuando digo música, me refiero a las melodías o canciones, esos versos musicalizados. Música en términos coloquiales.

 

Creo que mis mejores recuerdos —o los desafortunados incluso— estuvieron ligados a la radio. “Por qué se fue y por qué murió/ porque el señor me la quitó/ se ha ido al cielo y para poder ir yo/ debo también ser bueno para estar con mi amor….”, así inicia una canción cantada por Polo.

¡Por Dios, como sacar ese drama de la cabeza! Pero claro, manejar a oscuras, con lluvia y a más de 100 kilómetros por hora, se adivinaba la tragedia.

 

También recuerdo con cierta nostalgia “la voz de Guadalajara: cuando alguien toca a tu puerta y te pregunta qué estación escuchas…”, slogan de la XEHK; o las aventuras “del salteador de caminos”: Porfirio Cadena, que se salva de las balas enemigas gracias a su chaleco de mallas; o la hora del rocanrol de los años sesenta, o las baladas de “la hora de los novios”, en Radio Variedades; y qué decir de “Tres Patines”, el pillo cubano metido en cada lío, el programa La tremenda corte, transmitido en la XEDK de AM, para muchos una comicidad al estilo Monty Phyton.

 

La radio es otra cosa. Y como no se ve quién está del otro lado, la voz se dirige directamente a la sensibilidad del radioescucha, activando su cerebro en imágenes, formulando juicios, inclusive dando paso a la controversia. Quién no se imaginaba aquellas golpizas en las transmisiones de box: recuerdo la propia del “Púas” Olivares sobre Efrén el “alacrán” Torres; o la expectativa en los partidos de fútbol, de acuerdo con la óptica del narrador.

 

De la misma manera, la radio proporcionaba un servicio a la comunidad con noticias e información, por ejemplo la estación Radio Gallito tenía una sección de mensajería (en una época que no existían los celulares), mensajes que se mandaban entre los mismos radioescuchas, desde saludos hasta avisos urgentes. Otro programa muy escuchado fue Chimeli dice, programa policiaco que cubría la nota roja, cualquier tragedia local pasaba por sus micrófonos, emisión que contaba con una gran audiencia.

 

Crecí con la música que se escuchaba en casa, mi padre en la medida de sus posibilidades llevaba cada vez más discos. Desde muy joven ponía atención en las letras de cada canción; recuerdo específicamente dos, que sin saberlo tenían “algo” que me cautivaron; la primera, ´Amémonos´, interpretada por Lucha Villa: “Amar es empapar el pensamiento / Con la fragancia del edén perdido / Amar, amar es llevar herido / Con un dardo celeste el corazón” Supe después que la letra de la canción fue parte del poema de Manuel María Flores.

 

Lo mismo me sucedió con Espumas, canción interpretada por Javier Solís: “Espumas tembladoras / De aguas fugitivas / Van retratando amores / Y bellos recuerdos que deja la vida / Se trenzan en coronas / De blancos azahares / De rosadas diademas / Cuando llevan flores / De las siemprevivas». Por supuesto, no sabía que en esas frases se encuentra la poesía.

 

Más adelante descubrí el rock y me embargó. Beatles, Bee Gees, Creedence, Cat Stevens, los Stones y otros tantos que fueron mi repertorio. Por cierto, ya con algo de dinero, comencé a comprar uno que otro acetato; de ahí el paso obligado con los cassettes vírgenes, listos para grabar canciones en aquellas grabadoras Sony o Sanyo. Luego vino la Música disco, que como llegó se fue.

 

En el taller de joyería de un tío no había trabajo sin radio. Mi primo y yo acaparábamos el aparato ganando a pulso el odio de los demás. Nos enfadábamos de escuchar Stereo Soul, Stereo 99 o WFM Rock Stereo, y a buscar estaciones rodando la banda de un lado para otro en el cuadrante; hasta que paramos en una nueva estación: Dimensión del Rock. Un programa de radio U de G, que nos proporcionaba rock y algo más: opinión sobre épocas, clasificaciones, tendencias, traducción de canciones y lo que me enganchó: la poesía. La lectura de poemas entre canción y canción.

La entrada al programa por Carlos Ramírez:

 

“cientocuatro-punto-tres-megahertz-en-frecuencia-modulada-amigos-estamos-en-dimensión-del-rock” (léase a velocidad).

 

Con una excelente música, el programa era conducido por un grupo de jóvenes -en ese entonces- conocedores de su oficio: el “Che” Bañuelos, Carlos Ramírez, Julio Haro, Iván Mendo (por cierto fue uno de los jóvenes poetas que escuché y admiré, en mis inicios), entre otros conductores que fortalecían al equipo.

 

No puedo dejar de mencionar otro programa de radio que marco mi inquietud intelectual: A las nueve con usted. Todos los días me deleitaba escuchando el programa de Yolanda Zamora, con invitados en todas las áreas del arte y la literatura. Mis preferidos fueron los conductores tutelares de letras y cine. Por cierto, es una lástima que hoy salga del aire un programa con más de treinta años de duración. Una lumbrera más que se apaga en este ya de por sí deprimente panorama cultural.

 

Como todo en la vida —así como en el arte— las cosas comienzan por el principio, siempre hay un detonante. En mi caso, fue la música. Las canciones que escuchaba de mi padre —gusto heredado, si así se puede decir— y mi propia preferencia musical, me llevaron por otro camino: el poético. Y si a ello le agregamos esa parte desconocida del alma que percibe que hay algo detrás de una palabra, de una frase o de una nota musical, entonces estamos hablando de un lenguaje nuevo. Ese fue el inicio del camino que descubrí.

 

Cautivado por ella, a mediados de los ochenta comencé con mis primeros poemas, a imitación claro de algunos de mis maestros, como José Luis Noriega o Rafael Torres. Sin embargo, la vida me tenía preparado otros andurriales. La poesía y la lectura empezó a escasear, ahora recuperar terreno tiene su costo.

 

Hoy los adelantos tecnológicos han hecho que la radio tome otra vertiente, como el periódico o la televisión; sin embargo, a veces me gana la nostalgia y la sintonizo, sobre todo cuando ando en bicicleta o en mis caminatas, claro, ahora en una plataforma virtual, ya no en ese cajón de plástico o madera con bocina que alguna vez sonaba en los muros de la casa.