01Cancha

Las historias que sobre el fútbol se escriben a diario son muchas; sin embargo pocas las que se cuentan desde la experiencia de quien vive la aventura en carne propia. A propósito de los escándalos de la FIFA y en medio del poco glorioso draft del fútbol mexicano, he aquí una gran historia que nos demuestra que en este medio, el talento no garantiza nada.

Por: Moisés Navarro

Le mostró el descomunal pene al tiempo que se lo ofrecía con la mano derecha, todo por desobedecer las reglas del vestidor. Francisco no lo sabía, era la primera vez que entrenaba con el primer equipo. El entrenamiento fue por la mañana y él tenía que correr a la Preparatoria 6 para alcanzar la primera clase. Cuando lo llamaron tenía diecisiete años. Juan Pablo “El Javan” García se había lesionado en el entrenamiento y el director técnico (Sergio Bueno) mandó llamar a Juan Francisco Mora (1.80, 75 kg.) para completar el equipo de suplentes. Una vez terminado el interescuadras, Francisco corrió a las regaderas, ahí dentro escuchó a los jugadores entrar, y platicar. Cuando todo se volvió silencio, supo que algo no andaba bien. Volteó y vio a Robert de Pinho amenazándolo con su arma negra. “¿Qué? ¿Va a querer?”. Paco no reaccionó. Los demás estallaron en risas. El uruguayo Carlos “El Tanque” María Morales le dijo: “no se ande metiendo antes que los jefes”. 

Entonces supo: nadie se mete a bañar antes que el capitán, si el capitán no se baña nadie se baña, si el capitán se queda platicando todos platican, si él entrena más todos entrenan, si él se pone a tomar en los vestidores todos toman.

Francisco llegó a esos niveles gracias a un talento natural y a las calles feas de su colonia. Inició jugando en la unidad conocida como “La Corre”, en la colonia Miravalle, además de jugar en las calles de su barrio. “Tenías que esquivar al contrario, a las piedras, a los postes, a los carros, a los baches. Te haces habilidoso”. Su papá le vio un talento natural y quiso llevarlo al equipo de Chivas Hidalgo que estaba por la calle Cruz del Sur, a espaldas de La Penca (famosa surtidora para borrachos), pero él vio el gasto que conllevaba y que no era escuela oficial de Chivas, sólo tenía el nombre rentado. Había que gastar en uniformes, balones, casacas, inscripción, mensualidad y traslados. Le rechazó la oferta a su padre.

Estaba en la Secundaria 4 cuando escuchó hablar de las canchas del club Toluca que administraba Rogelio Becerra. Las canchas estaban a un costado del ahora Coppel que está enfrente de la desaparecida Canadá. Ahí lo mandaron a otra sucursal del Toluca: la unidad llamada Niños Héroes, ubicada en Plan de San Luis y Circunvalación. Supo que lo buscaba el Atlas, pero le recomendaron buscar un mejor club y esperó.

A los quince años debutó en Tercera División, en el equipo de Arenal. Los equipos de tercera juegan a nivel estatal. En realidad nuestra tercera división es la cuarta, pero a la segunda les gusta llamarla de Ascenso para que suene más bonito. Los equipos de tercera tienen jugadores de diecisiete a veintidós años. Los de quince son considerados menores y deben tener cuando menos dos de estos para irlos fogueando. La Promotora de Chivas comenzó a rentar el Club del Arenal para mandar ahí a algunos jugadores, entre ellos destacaba “El Gaucho” Ávila, ese jugador que iba a ser sustituto del “Bofo” Bautista y sólo atinó a sustituirlo en el olvido. A Francisco le dieron un carnet para que jugara en segunda división, pronto pasaría a formar parte de las fuerzas básicas del rebaño. En eso andaba cuando Jorge Vergara compró al equipo y sólo los originales de Chivas se quedaron. Paco terminó la secundaria y fue el mejor promedio de la generación entera. No quiso seguir con Arenal.

“Yo no soy muy inteligente, quizá sí astuto. Siempre suplí mis deficiencias con otras cosas: la puntualidad, las tareas, la participación en clase, me hacían el paro por si me iba mal en los exámenes. Yo sabía, yo siempre supe que el fútbol no era seguro, por eso nunca quise descuidar la escuela. Otros jugadores la andan dejando en la secundaria y cuando no la hacen terminan en cualquier cosa. Además si mis papás me decían algo yo tenía con qué respaldar mi gusto, porque fue eso: un gusto”.

Ya con dieciséis años buscó un equipo de Segunda. “Si te quedas atorado en Tercera, ya no subes, por más que quieras. O rápido llegas arriba o ahí te quedas”. Hizo pruebas con el equipo de Leones Negros que dirigía Luis Plasencia. “Yo ya estaba en la prepa, y me sentía contento, identificado con la Universidad. Iba con muchas ilusiones”. Comenzaron las pruebas y destacó rápido, le dijeron que iba a quedarse y fueron firmando a los más grandes y excluyeron a los chicos. Francisco se acercó al entrenador y le preguntó “¿Y yo?” Creían que tenía veintidós años y no dieciséis. Lo quisieron firmar con un carnet para ponerlo a jugar en Tercera y en Segunda cuando se necesitara. Él estaba convencido: no regresaría abajo. Rechazó su oferta. Las fechas de registro estaban por cerrar, le dijeron que iba a estar en Segunda la mayor parte del tiempo y cerraron la negociación diciéndole: “las fechas están cerrando, o firmas o a ver qué haces”.

“Es que amenazan así porque se atienen a que el jugador no tiene muchas opciones. Y pues cómo que qué iba a hacer: pegarle duro a la escuela, yo siempre tuve eso como respaldo. Al final me decepcionó mucho no haber podido jugar con la universidad”.

Uno de sus amigos del Arenal lo invitó a un equipo de El Salto, equipo que es de Primera División Amateur. “Mercenarios, los llaman, porque se van a jugar con quien pague mejor”. Y fue -porque lo invitaron- y anotó un gol. Al final le dieron cien pesos y le dijeron: “Vuelva la siguiente y vemos si nos arreglamos mejor”.

“Ni en Tercera ni en Segunda me había pagado. Fue la primera vez que me daban dinero por jugar. Algunos de Tercera pagan, pero son los menos y de Segunda igual”. Con ese club llegaron a jugar ex futbolistas profesionales como el “Chema” Higareda, o Mascareño, incluso, cuando comía mucha banca, llegó a jugar Eduardo Lillingston para no perder nivel. En otra ocasión, en un partido difícil, los hermanos de Daniel Osorno llevaron al “Negro” Medina y al centrocampista argentino Julio César Gradito para reforzar el equipo. “Ahí aprendí un chingo. Me encabronaba que corría como pendejo y los señores panzones ni se movían. Entonces comencé a moverme diferente, a no corretear el balón. Al principio me cocían a patadas. Los exhibí una vez y a partir de entonces lo hacían para quebrarme. Decidí volverme más puerco que ellos: ¡Imagínate, volverte más puerco que un defensa central viejo y mañoso! Te haces tramposo, marrullero. Aprendes a golpear sin que te mire el árbitro. Entonces le bajaron de huevos, vieron que no era tan blandito y a partir de ahí jugué mejor”. Con el club de El Salto salió campeón de goleo.

Regresó a Toluca a buscar algún consejo, lo quisieron llevar allá pero estaba por terminar la prepa, con promedio de 99 y declinó la opción. Uno del club le dijo que fuera a hacer pruebas con el Atlas. “Pero si te caen re gordos” replicó Francisco. “Ve, a lo mejor algo sale. Ya no están tan mamones”.

02Pável Pardo

Primero fue al CECAF que está en el Atlas Country Club, de ahí lo mandaron al Atlas Paradero que ahora es el CODE II. “Las canchas más puteadas que he visto en mi vida estaban en el Paradero. No era tierra, era lija”. Los visores organizan una multitud de equipos, enfrentan a uno con otro y de ahí sacan a uno o dos jugadores, que utilizan después para formar nuevos equipos y seleccionar otros prospectos. Francisco metió cinco goles en cinco minutos. Le pidieron que se presentara al CECAF que coordinaba Raúl Morales. El equipo que salió del Paradero se enfrentó a la selección juvenil atlista y por primera vez en muchos años el equipo del Paradero doblegó al equipo rojinegro. De ahí hicieron una nueva selección y Francisco quedó seleccionado para jugar en Segunda División. Fue entonces cuando lo llamó Sergio Bueno para que entrenara con el primer equipo. “Sabe… algo me vio. Me veía bien Sergio Bueno. No fui llamado a un partido oficial. Ni me firmaron contrato nuevo ni nada. Si entras al Atlas con contrato de Segunda, así te llamen a Primera y debutes y juegues sigues ganando lo que tenías en tu primer contrato. No te lo renuevan. Por eso nadie quiere quedarse en el Atlas. En cuanto cambian de técnico te rebotan y sigues en lo mismo. El contrato es lo que te hace de Primera”.

Sergio Bueno dejó el equipo y llegó a sustituirlo Daniel Guzmán y mandó atrás a Paco y en su lugar puso a entrenar, al ahora internacional, Andrés Guardado. Siguió un torneo más en Segunda con un equipo de Nayarit, llamado Jersey; ahí lo pusieron a jugar de contención y el puesto se lo quitó el hermano de Pável Pardo: Jahir Pardo. “Era buena gente el Jahir, también el Pável. Eran de ahí del barrio. El jugador profesional más inteligente que he conocido es Pável. Sabe cómo gastar, no lo tira en vino ni en pendejadas. No sabes cómo ha ayudado a sus jefes”. Un torneo después fue puesto transferible y tuvo la fortuna de recuperar su carta. “Otra de las dagas que hace el Atlas es que anda cazando talentos, los firma y luego los anda vendiendo como si lo hubieran formado ellos. Dicen que eres de la cantera atlista. No los dejé: recuperé mi carta y me seguí moviendo solo”

Cuando llegó Daniel Guzmán al Atlas, Paco había entrado a estudiar medicina en la Universidad de Guadalajara y pidió un año de licencia. Cuando no le renovaron el contrato hizo su primer semestre. Lo invitaron para que jugara en Segunda con el Club Delfines que poseía el empresario José Luis Gómez. Le quisieron hacer un contrato de cinco años y Paco lo rechazó y contra ofertó por seis meses. Delfines lo rechazó y le dijeron lo mismo que en los Leones Negros: “Las fechas de registro se acaban, te vas a quedar sin jugar”. A él no le importó, pues se había reincorporado a la escuela. Al ver que la presión no les funcionó, lo contrataron.

Vaqueros de Ixtlán fue un equipo que siempre estuvo en Tercera División, cuando por fin tuvieron un equipo en Segunda armaron la fiesta como si se fuera a casar una quinceañera rica el mero día de sus quince. Hubo grupos de música, fuegos artificiales, estadio lleno (siete mil personas). Los Vaqueros iniciaron ganando, el ruido se hizo insoportable. La defensa se descuidó y Francisco les hizo el primero. Todo Ixtlán se quedó callado. El partido continuó siendo intenso y en una descolgada Francisco les hizo el segundo. La quinceañera rica se cayó del altar y se llevó un chingadazo. En uno de los hospitales donde Paco labora actualmente se encontró con un médico que llevaba una playera de los Vaqueros de Ixtlán.

– ¿Usted es de allá?, preguntó Francisco
– Sí
– ¿De ahí de los Vaqueros?
– Sí, soy el médico del equipo
– ¿Ya lleva mucho allá?
– Un buen rato
– ¿Usted se acuerda de cuando tuvieron equipo en Segunda e hicieron una inauguración y fiesta?
– Desde antes yo ya estaba.
– Yo les hice dos goles ese día
– ¡Ah! ¿Tú eres el famoso delantero?
– No sé si famoso, pero sí que yo se las cebé
– ¡Sí que nos aguadaste la fiesta!

“Lo que pasa es que ya no me importaba mucho. Como sabía que no me jugaba ya nada… Yo lo veía como ir a practicar, como si en lugar de jugar con los compas en un campo o en futbol rápido o algo iba a jugar ahí, en Delfines. Yo ya veía por mí en la carrera. Y pues jugaba sin nada de presión y así te sale todo. Porque no me jugaba nada. Una vez jugamos contra el Atlas y dijeron que el único que servía era el delantero y porque lo habían formado ellos. ¡Pendejos!, nunca me formaron ni nada. No le debo nada al Atlas. Todo lo aprendí afuera. Cuando les anoté, lo festejé en sus puras getas y lo disfruté como no tienes idea.”

Los mejores goles que anotó se los hizo a Oswaldo Sánchez en un torneo amistoso de puros equipos de Guadalajara. Se hizo el goleador del torneo con Delfines. Alguien que había estado en el Atlas cuando estuvo Sergio Bueno lo invitó a Querétaro. Pidió un nuevo permiso en la Universidad y fue. Gallos Blancos estaba urgido de menores de veintiún años para cumplir con una regla de la Federación. Esta indicaba que el club debía hacer jugar a menores de veintiún años un mínimo de minutos. Daniel Guzmán iba a dirigir el club, no se arregló y se fue a Santos. Chava Reyes Jr. llegó al equipo y habló directo con los jugadores (entre ellos se encontraba el ahora seleccionado nacional, Miguel Layún): “Me la voy a jugar con puro experimentado, pueden quedarse a entrenar si quieren”. Layún se quedó, pues tenía un fuerte respaldo económico. Francisco no.

A Querétaro le quitaron tres puntos por incumplir la regla de menores. “Ya firmado hubiera jugado porque hubiera jugado. Porque por regla tenían que debutarme”. Por esos tres puntos perdidos, Querétaro descendió. Chava Reyes rompió en llanto mientras Rubén Omar Romano lo consolaba. En Torreón todo estalló en alegría. Al siguiente torneo Guzmán hizo campeón a Santos. “Daniel Guzmán no salvó ese equipo. Chava Reyes Jr. se lo regaló por pendejo. Creyó que iba a poder ir contra las reglas. No me es ningún consuelo saber que por no debutarme, Querétaro haya descendido”.

La franquicia que descendió se fue a Tijuana. Francisco encontró rápido acomodo en Tabasco, en Primera División A (ahora División de Ascenso). Luego Tijuana se fue a Celaya y Tabasco se fue a Tijuana y Tijuana ascendió. Francisco se había ido a hacer pruebas al Cruz Azul Hidalgo, pero llegó tarde para los registros. Siboldi lo regresó y le hizo el favor de que se dejara promocionar como si perteneciera al Cruz Azul. Un amigo suyo lo recomendó con el Interplaya que jugaba en Playa del Carmen y era filial del Atlante.

“Me fui allá porque todos los promotores viven en Cancún y alguien podía verme o yo ver a alguno de ellos. Para mí, estar en Playa del Carmen fue como estar un año de vacaciones y pagadas. Un entrenador me dijo que el fútbol me iba a regresar lo que yo le había dado y yo sentía que el fútbol me despedía así, con un año en Playa del Carmen”.

Paco aprovechó y conoció todo el sureste. En lugar de irse de fiesta dormía temprano y se dedicó a conocer, por si no tenía oportunidad de regresar. “Mira: mis compañeros, cuando se andaba terminando el torneo y el contrato andaban queriendo conocer todo su último fin de semana y había algunos que tenían ahí más de un año”.

El poderoso promotor Carlos Hurtado cenaba en un hotel “medio fresón”, Francisco se coló y lo interrumpió. “Sabe con quién cenaría. ¿Ya que tenía que perder?” Le hizo una cita al día siguiente, Paco le prometió una parte de su ingreso. “No es tan fácil, no es tan fácil”, fue lo que dijo Hurtado, luego preguntó su edad. Hurtado había escuchado hablar cosas buenas de él pero ya tenía veintidós años. Le dio a entender que ya estaba viejo. “Fíjate, estar tan joven y estar viejo ya para el fútbol.

Prácticamente me dijo que estaba echándole el ojo a morritos de diecisiete, dieciséis, quince años. Yo ya iba de salida. Si no brincaba ya, me iba a quedar siempre en la División de Ascenso. La otra era tener la suerte de estar en un equipo que ascienda y ni así. Ve quién juega con la U de G ahorita. Ya no están ni el Jesse Palacios ni el Quesos González ni Follé. Nomás quedó El Gansito”.

“Nunca fui parte del Draft, no lo quise considerar como opción porque sí me tocó verlo. Es lo más humillante que puedas ver. Futbolistas sin club afuera de los hoteles, buscando promotores, técnicos, auxiliares, directivos. Mendigando, humillándose para tener trabajo”.

Se quedó un torneo más en el Interplaya; sin posibilidades tangibles para jugar en Primera bajó su nivel. Seguía llegando primero a los entrenamientos, pero llegaba en sandalias y traje de baño. Se fue a la banca. El último partido del torneo lo jugaron contra el Mérida. No calificaron a liguilla. Francisco anotó un gol, luego le arrebató el balón a uno de sus compañeros y tiró el penal. “Es que ya me voy”, les dijo. Nadie creía que se fuera a ir. Dejar el fútbol no es tan sencillo. Francisco convirtió el segundo. Se despidió con dos goles y antes de regresar a Guadalajara a seguir su carrera médica se dejó caer de rodillas, e invadido de nostalgia besó el pasto.