Un tedio acompaña al autor de esta historia a lo largo de su viernes de vigilia. Un tedio que es común vivir si, como le sucede a él y a muchos, uno tiene un pie fuera de las convenciones y tradiciones. Amén.

Por Miguel Ángel Santana Aranda

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Hace mucho que no caías en cuenta de lo detestables que son los viernes de Cuaresma. Que si te estás preparando para recibir al Señor. ¿Cuál señor? Que si no debes comer carne porque es vigilia. ¿De cuál? ¿Carnes rojas o rosadas? Que si por culpa de ello los restaurantes de mariscos son un desmadre. Que si el sábado debes llevar al Taller una crónica acerca de la vigilia…

Tan detestables, que tu viernes estuvo bastante jodido. Desde el compromiso de sentarte a revisar la tesis de tu alumno que te piensas en graduar. Hasta el vendedor que aparentemente no tiene urgencia por vender.

 

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Estás preocupado porque el martes debes entregar un informe financiero de un dinero que no terminas de gastar. Te preocupa el haberte tardado en decidir las compras. Tú tardaste y el vendedor no deja de ayudarte… a demorar más. Te buscan de la Unidad de Adquisiciones para comentarte que la orden de compra le fue enviada al vendedor hace algunos días, que sólo esperan que la devuelva firmada para pagarle. Llamas al vendedor y te dice que sí, que ya tiene la orden de compra, que procurará firmarla y digitalizarla en la tarde. Lo dudas.

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Miras el reloj y nada. Nadie te llama para decir “vámonos a comer”. Resignadamente continúas revisando el texto que preparó tu estudiante. Conforme lees sus líneas te tropiezas, no es claro lo que intenta decir. Te ves reflejado, quizá por ello te exasperas. Pero sientes la obligación de ayudarle a escribir claramente. Te dices: Si tan sólo tuviera claras las ideas. Si entendiera lo que hizo, lo que obtuvo. Finalmente suena la campana, te salva: te llama un amigo de los que sueles acompañar a comer. Despides a tu alumno con la promesa de regresar más tarde a trabajar con él. Le deseas buen provecho. Imaginas que él también come.

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Como habrías esperado -¡si tan sólo hubieras recordado que era vienes de vigilia!- el restaurante de mariscos al que te invitaron tus amigos es un desmadre. Sin embargo no te das cuenta al llegar. Está lleno, pero qué más da. Se sientan y esperan a que les tomen la orden. Esperan a que les tomen la orden. Les toman la orden. Después de un tiempo moderado les llevan lo que pidieron. Sigues sin notar el desmadre. Un amigo pide una segunda cerveza y tú piensas: no quería otra, pero ya casi me termino la que tengo y tampoco quiero quedarme como chinito. Pides otra cerveza. Esperan a que les traigan la otra cerveza. No llega la cerveza. Han terminado completamente la comida y lo que quedaba de cerveza, y no llega la siguiente. Te das cuenta que el restaurante está vuelto un desmadre y recuerdas la razón de ello. Sugieres cancelar las cervezas y pedir la cuenta. Algunos meseros se resisten e intentan llevarles las cervezas. Dos veces.

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Apenas te da tiempo de acordar con tu alumno las tareas que debe realizar para continuar otro día con la revisión. Sales corriendo porque se te hace tarde para una plática a la que debes asistir, aun cuando tienes cosas más importantes que hacer. Entras en pleito con tu novia porque debiste verla como habían acordado antes de inciertamente acordar no verse. Intentas, inciertamente, reconciliarte con ella. No puedes hacerte pendejo, aún te hace falta escribir una crónica acerca de los “maravillosos” días de vigilia.

Miguel Ángel Santana Aranda es profesor investigador del Departamento de Física en el CUCEI de la Universidad de Guadalajara. Doctor en Ciencias en Física por el CINVESTAV-IPN. También se sabe que ha tomado clases de baile, que le gusta viajar y que ahora se ha metido al mundo de la crónica para contar muchas cosas que no ha tenido tiempo de contar. Y ya encarrerado a ver quién lo para.