«Conocí a varios de estos muchachos chilenos sólo unas semanas atrás cuando un amigo me pidió que lo supliera en su materia porque saldría de la ciudad. Les di dos o tres clases antes de que esta facultad se uniera a otras para pedir educación gratuita y de calidad al gobierno».

 

Por José Luis Romero

El gas lacrimógeno ya había entrado por la ventana. Tenía un poco de ardor en la garganta y la nariz. Me levanté del escritorio para cerrar la ventana. Alcancé a ver que las luces afuera estaban prendidas. Aunque no era tarde, el sol se había metido. Era invierno. Me fui al pasillo para esperar que saliera el gas por la puerta. No tenía sentido que me fuera de la Facultad. Mejor me quedaría hasta que terminara el disparejo agarre entre estudiantes y carabineros (como llaman en Chile a la policía militarizada).

Esperé un poco, cerré la puerta de la oficina y bajé al primer piso. Encontré a varios estudiantes. Durante el día, ellos vigilaban que no hubiera clases porque la Facultad estaba en paro. La vigilancia se facilitaba pues el decano, muchos profesores e investigadores, secretarias y personal de mantenimiento estaban de acuerdo. Salvo las clases, podíamos hacer el resto de nuestro trabajo sin problema. Si la facultad hubiera estado tomada, tendría que trabajar en casa.

Conocí a varios de estos muchachos sólo unas semanas atrás cuando un amigo me pidió que lo supliera en su materia porque saldría de la ciudad. Les di dos o tres clases antes de que esta facultad se uniera a otras para pedir educación gratuita y de calidad al gobierno. La idea ya andaba en muchas partes del país y cada vez más universidades se unían.

La esperanza de estos jóvenes se reflejaba en su cara. No faltaban a las juntas que hacían para organizarse en las marchas por las calles. Buscaban buenas frases para pintar en sus mantas. Un pez carnívoro hecho de cartón estaba recargado en una pared. Era para representar al presidente Piñera y su forma de ver la economía. El empresario decía, por esos días, que “la educación es un bien de consumo”.

Cuando me acerqué a los estudiantes me preguntaron:

– Profe: en México hay educación gratuita, ¿cierto?

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Cómo pagar los estudios universitarios en Chile es un problema desde tiempo atrás. Había habido manifestaciones unos años antes. Los estudiantes de Enseñanza Media (para los mexicanos es tercero de secundaria y toda la prepa) salieron a las calles. A esto se le llamó “La marcha de los pingüinos”. No se logró nada en esa ocasión.

Los “pingüinos” llegaron a la universidad. Pidieron un crédito a algún banco para poder pagar sus estudios. Se iban a endeudar por unos 20 años por una carrera completa. Era como si pagaran una casa. Pero recordaron que en otros países hay educación gratuita. En algunos lugares de Latinoamérica es posible ir a la universidad sin pagar. ¡Querían lo mismo en Chile!

Además, también en Chile hubo educación universitaria gratuita. Muchos de los que ahora son padres o abuelos de esos muchachos estudiaron gratis. El Golpe de Estado cambió muchas cosas. Una de ellas fue que les obligaron a pagar si querían una carrera. Hasta en las universidades del Estado se paga.

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Regresé a México unos días antes de que comenzara el semestre en la Universidad. Estaba muy motivado con todo lo que había visto en Chile. Quería transmitirlo a mis alumnos. Me puse a buscar artículos de periódicos chilenos que mis amigos habían subido a facebook. Eran un montón y tuve que escoger los que me parecieron mejores. Busqué videos de una parte de la sociedad chilena marchando en paz por las calles (marchaban niños, jóvenes, adultos, viejos). Todos gritando, cantando y bailando. Hasta incorporé el video de Salvador Allende, cuando era presidente de Chile, con fragmentos de su discurso en la Universidad de Guadalajara.

Durante una comida con profesores, conté que estaba haciendo una presentación sobre el movimiento estudiantil. Uno de ellos me dijo que se notaba que México era más moderno que los otros países latinoamericanos. “Nosotros dejamos esas manifestaciones atrás, en los 70”. Había olvidado que nosotros también salimos a marchar meses atrás para solicitar al gobierno de Jalisco más presupuesto para nuestra universidad pública.

Después, chateando con un amigo, que hace una estancia posdoctoral en Estados Unidos, me comentó que los estudiantes chilenos hacían mal en estar creando desórdenes. “Chile es un país que está creciendo mucho”. “Deberían apreciar lo que se ha logrado”. “Los vinos chilenos son conocidos en todo el mundo”.

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Hace poco estuvo de visita un amigo chileno en Guadalajara. Él es profesor-taxi; o sea, da clases en varias universidades y va de una a otra varias veces al día. Aprovechando que estaba aquí, dio un par de pláticas sobre su visión de los problemas para pagar los estudios en Chile. Él mismo sigue debiendo una fuerte cantidad por haber ido a la universidad.

Uno o dos días antes de su primera plática, se tuvo la noticia donde Felipe Calderón anunciaba que más gente podría estudiar. Se darían créditos universitarios para quienes quisieran estudiar en universidades privadas. Así, la juventud mexicana tiene más opciones para elegir dónde estudiar.

Cuando supe esto, me sentí en el punto más alto de la democracia. ¡Habría posibilidad de elegir universidad! Era como elegir si comprar en Wal-Mart, Soriana o en la Cómer. Nosotros sí que estamos más avanzados. O, tal vez -sin darnos cuenta- nos está envolviendo una dictadura.

 

Jose LuisJose Luis Romero Ibarra es Profesor Investigador Asociado, en el CUCEI de la UDG. Doctorado en Ciencias en Física, estudió la secundaria en la Técnica 4 y vivió un buen tiempo en Chile, país al que extrañamente extraña, y al que en realidad nunca se acostumbró del todo. Miembro de la Sociedad Mexicana de Física y ahora miembro de la sociedad de los cronistas compulsivos, arropados tras la deidad de El Huevo Cojo.