Esta historia no sólo cuenta un episodio común en la vida de un maestro que comienza sus pasos, sino la reacción que se tiene de parte de la comunidad -estudiantes y maestros- para con alguien «nuevo» y encima «muy joven». Marca también el debut del autor, Miguel Ángel Santana, en esta página de crónicas. ¡Feliz día del Maestro!

 

Foto: Adriana Aimé

Adriana Aimé

Por Miguel Ángel Santana Aranda

Cuando su amigo lo invitó a dar clases en una prepa, Juan cursaba el quinto semestre de licenciatura. Nunca le había gustado dar clases, pero supo que sería una “buena” oportunidad para ir agarrando práctica en algo que sería parte del paquete laboral por un largo periodo de su vida.

La primera vez que asistió a la prepa 7 de la Universidad de Guadalajara fue para entrevistarse con el director. Aparentemente, éste adivinó la vacilación de Juan, ya que se encargó de proferir una que otra frase de aliento: no te preocupes. Te va a ir bien. Los muchachos son muy nobles. La docencia es una actividad muy gratificante… Bla, bla, bla, pensó Juan.

Poco después de salir de la oficina del director, fue abordado por un par de alumnas en un pasillo de la preparatoria. Le ofrecieron boletos para “votar” por la Reina de la Primavera. Le preguntaron: ¿de dónde eres?, ¿por qué hablas raro? Él se limitó a contestar: de aquí. Aquella forma de hablar que les pareció extraña tenía que ver con las frases que utilizaba, más que con su tono de voz.

Le asignaron un solo grupo para impartir una materia de los últimos semestres, por las mañanas. Así que no sólo tuvo que soportar el fastidio que le producía la sola idea de impartir clases, si no que debía levantarse temprano para trasladarse ¡hasta la Tuzanía!

Su edad y su nerviosismo generaban curiosidad en sus alumnos, que le preguntaban al respecto a mitad de la clase:

-¿A qué se dedica, profe? Se ve muy joven

-Estudio el quinto semestre de la carrera

-Oiga profe, ¿por qué cuando viene a clase siempre está nervioso?

-¿Por qué lo dices?

-Porque se le nota en el iris; ¿ha escuchado de la iridología?

O bien, las preguntas iban con intención de fregar a otros:

-Disculpe profe, ¿cuántos años tiene?

-Diecinueve. ¿Por qué?

-¡Pancho tiene los mismos años que el profe! ¡Eres un fósil Pancho!

Cuando entraba a la sala de maestros, se topaba con caras largas, casi enemigas, que más de una vez le interrogaron el motivo de su presencia ahí:

-Esta sala es para profesores – le decían.

Agresiones que él se limitaba a contestar casi siempre de la siguiente manera: “También yo doy clases aquí, profe”.

Al final de ese semestre Juan recibió las gracias y un cheque en el que le habían ahorrado el sueldo de todo el periodo. No sería requerido para el siguiente ciclo escolar.

 

Miguel Ángel Santana Aranda es profesor investigador del Departamento de Física en el CUCEI de la Universidad de Guadalajara. Doctor en Ciencias en Física por el CINVESTAV-IPN. También se sabe que ha tomado clases de baile, que le gusta viajar y que ahora se ha metido al mundo de la crónica para contar muchas cosas que no ha tenido tiempo de contar. Esta es su primera crónica en El Huevo Cojo.