Última de las crónicas de la serie desde la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2012, en la que el autor más que contar una historia, trata de hacer un retrato de lo que para él es la FIL.

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Por David Izazaga

La FIL. La que se repite cada año desde hace veinticinco, la que siempre se ha llevado a cabo en la Expo Guadalajara y que no podría hacerse en ningún otro espacio de la ciudad porque no cabría, mas que en las calles. Eso: ¡sí!, como si fuera La Llevada de la Virgen de Zapopan, pero esta sería La Llevada de los libros: por todo avenida Alcalde y Ávila Camacho hasta Zapopan, sólo libros y más libros que tomaran –literalmente- la ciudad. Pero es una locura, no me hagan caso. La FIL, decía, la que inició con unos cuantos anaqueles y los cocteles eran con Sprite y Coca Cola y en vasos desechables y en la que hoy se montan estands que podrían ser instalaciones en cualquier museo de arte conceptual y se brinda con los mejores vinos del mundo mundial.

La FIL a la que llegan cientos y cientos de personas de otras partes del Continente, pero a la que no van el 60% de los habitantes de esta ciudad. La FIL de las presentaciones de libros aburridas, originales, entretenidas, sorprendentes y oficiales. La de las ausencias notables y las presencias memorables. La de las carretadas de voluntarios que hacen su trabajo y las que sólo hacen como que lo hacen. La de las edecanes que esperan, recargadas en las paredes de los salones, con el micrófono en mano, con el papelito para llevar a la mesa y la indicación que se acaba el tiempo y lo que no se les acaba a ellas es el día para ya quitarse los tacones y se los quitan sin que nadie se dé cuenta, aunque sea un poquito para que respire el pie, para que tome su forma de nuevo. Y hay que ponérselo rápido porque de repente el movimiento alerta y entran un puño de guaruras y algunos más con radios en la mano y allá va Raúl Padilla, un día con Salinas Pliego, otro con Azcárraga y otro más con Aguilar Camín y toda la corte detrás y delante, arriba abajo.

La FIL, en la que se oye el ensayo del grupo que tocará por la noche en el foro que antes fue explanada, en la que parece que está uno en el aeropuerto cuando una musiquita dulzona suena antes de que una voz anuncie no el próximo vuelo demorado, sino la presentación de un autor que está firmando libros. Y los gritos de los estudiantes y la gente que habla por sus celulares y la que grita cuando se encuentre a medio pasillo con la amiga que no ha visto en años o a la que vio ayer, pero que parece que hace un año no ha visto. La de los mariachis que tocan en un estand y la gente que se toma tres copas de vino tinto a las once de la mañana, antes de almorzar y no importa porque cuando la cosa es gratis, hasta una puñalada, con tal de que no sea muy profunda.

La FIL, en la que siempre se percibe un aroma en el ambiente a chocolate, a veces muy tenue, a veces más denso; la que huele a Chanell No. 3 en el pasillo en el que las señoras copetonas van a comprar el libro de las Sombras de Grey -¡picaronas!- en la que huele a colonia deportiva, porque ahí va Xavier Velasco seguido de sus grupies haciéndoles el mismo chiste que ha repetido todos estos días, que repitió el año pasado y que a lo mejor repetirá el próximo.

La FIL en la que hay días en los que no se puede caminar, en la que se consiguen joyitas bibliográficas, en la que muchos libros salen más caros que en ciertas librerías de la ciudad. En la que se pueden comprar muchas chucherías y no nada más libros, en la que se come mal, en la que no hay dónde sentarse.

La FIL de las mismas historias de cada año. La de las nuevas historias que se escriben ahora mismo. La misma FIL de siempre; la FIL tan distinta. No se acaba aún y ya está uno enfadado y aburrido, pero en unos meses más necesariamente se le extrañará y se anhelará estar de nuevo ahí.

Que se acaba ya para que empiece la siguiente.

(Crónica leída en el programa Como en Feria, producido por Radio Universidad de Guadalajara desde la Feria Internacional del Libro, el viernes 30 de noviembre de 2012)

 

David Izazaga es coordinador de los Talleres de Crónica de la Librería José Luis Martínez del Fondo de Cultura Económica y catador de postres (tiene a los Garibaldis de El Globo, los Cup Cakes de Paulette y al Capricho de Marissa como a sus mejores postres del momento). Es escorpión con ascendente en Libra, no le gusta la sardina, ama el pulpo y, por supuesto, cree que el fin del mundo está siendo anunciado por medio de la multiplicación de los “viene-viene” en las calles. Tiene unos tenis rojos y unos verdes.