Lo que es una tendencia en la ciudad, el observar a todo tipo de gente hablando por su teléfono celular o haciendo cualquier cosa con el, incluso hasta manejando, se replica en la FIL: en los pasillos, en las presentaciones, en los baños, en los lugares más insospechados, pues, hay siempre alguien haciendo algo con su teléfono celular.

Por David Izazaga

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Lo primero que llama la atención cuando estás a punto de llegar a la Expo, a la FIL, es el anuncio espectacular en los aires que contiene dos palabras muy grandes: somos lectores. Desde el año pasado yo me había acostumbrado a ver esa frase que está por todos lados. Sin embargo, hoy, para mi, cobró otro significado luego de escuchar por la mañana a dos taxistas hablar sobre el tema.

¿Qué hacía yo con dos taxistas? Nada, lo que sucedió fue que me detuve sobre la banqueta, luego de cruzar la calle, a enviar un mensaje desde mi teléfono. Fue mientras lo redactaba y esperaba respuesta que escuché la conversación. Ambos estaban recargados sobre un taxi, esperando, cruzados de brazos, viendo en lontananza quizá un futuro cliente, que muy seguramente no vendría del cielo. Pero cada quién, pues.

Dijo uno de ellos, el que estaba «más comidito», como diría mi mamá:

 -«La cosa está mal de entrada. No somos lectores, es la verdad. Tendríamos que empezar, como en doble A, por aceptar que no somos lectores, para de verdad luego llegar a serlo».

Hubiera querido ir a abrazarlo, proponerlo para rector, decirle que lo que él pretendía hacer pasar por una ocurrencia con su compañero fue una reflexión digna de hacerse allá adentro, donde muy seguramente no ha entrado ni entrará. Pero no lo hice, entré a la expo a seguir observando lo que me parece será una tendencia definitiva este año; como ninguno otro -y quizá sea algo temprano para afirmarlo, pero no le hace- se dejan ver por los pasillos, en las presentaciones y hasta en los baños, a gente con su celular en la mano, escribiendo mientras camina erráticamente.

Así como últimamente, en la calle, es muy común observar en un alto a conductores escribiendo en su smart phone e incluso mientras manejan, aquí en la FIL es raro no ver, a donde uno voltee, a alguien haciendo algo con su celular. En la presentación de un libro, ayer, en uno de los salones del centro de negocios, había fácil una 15 personas -de veinte que estaban en total- con el teléfono en la mano, escribiendo o leyendo. Como que ya no es de mala educación estar en una presentación y ponerse a checar Facebook o a matar cerdos en Angry Birds.

Ví también hoy a dos chicas de esas que portan las enigmáticas playeras que dicen «control de público», que lo que hacían era controlar sus celulares, para que no se les escaparan de la mano, con la velocidad que le imprimían a sus dedos al escribir.

Vi a la señora que sirve nieves de garrafa en el área de comida cómo servía una de vainilla mientras seguro ponía en su estado de Facebook: «ya alcancé a vender otro».

Y en el baño observé a un tipo que seguro controlaba muy bien sus esfínteres y otras cosas -o tendría una tercer mano- porque en el mingitorio escribía ¡con ambas manos en su teléfono! No quise asomarme a ver más, porque es de mal gusto.

Pero la escena más sublime la vi en la terraza, en una de las mesas. Estaban ahí dos chavos, hombre y mujer, cada quién con su celular, muy divertidos. De repente se enseñaban algo uno al otro y luego continuaban, riendo cada quién con su smart phone, ¡pero sin decirse una palabra! Llegué a pensar que estaban chateando entre ellos. En un momento dado él sacó de su mochila un iPad y ambos veían la pantalla y siguieron riendo, sin hablar. No me quedé más tiempo, pero no dudo que en su mochila, alguno de ellos, haya traído también una laptop y la hayan sacado.

Ya está: palidecí cuando llegué a la conclusión de que es el futuro de la FIL. No habrá expo, no habrá sede, pero todos estaremos ahí, desde cualquier lugar en el mundo en que nos encontremos, conectados desde nuestro smart phone.

(Crónica leída en el programa Como en Feria, producido por Radio Universidad de Guadalajara desde la Feria Internacional del Libro, el lunes 26 de noviembre de 2012)

 

David Izazaga es coordinador de los Talleres de Crónica de la Librería José Luis Martínez del Fondo de Cultura Económica y catador de postres (tiene a los Garibaldis de El Globo, los Cup Cakes de Paulette y al Capricho de Marissa como a sus mejores postres del momento). Es escorpión con ascendente en Libra, no le gusta la sardina, ama el pulpo y, por supuesto, cree que el fin del mundo está siendo anunciado por medio de la multiplicación de los “viene-viene”. Cada que observa a una persona que maneja y habla por teléfono le emergen instintos asesinos. Cuidado.