El autor de esta crónica, quien es también coordinador de esta página de historias de la ciudad, nacida de los Talleres de Crónica que imparte en la librería José Luis Martínez del Fondo de Cultura Económica, estará escribiendo todos los días desde la FIL y de la FIL, aquellos aspectos que a muchos no les importan y sobre los que no está el foco de atención de la gente y de los medios. (Quien quiera compartir sus historias en este espacio es bienvenido. Envíelas a: david.izazaga@gmail.com) Va la primera.

David Izazaga

 

Estoy en la avenida Chapultepec, me aproximo a la esquina en busca de un taxi que me lleve a la Expo Guadalajara. Del otro lado de la calle observo a uno y el chofer me mira como si yo fuera su padre al que no ha visto en años y yo lo observo dar un volantazo, dar la vulta donde no se debe, pasarse un alto y acelerar para ganarle a otro taxi la llevada que soy yo. Será por un programa que vi anoche en la televisión, pero me siento un óvulo y lo veo a él como un desaforado espermatozoide ansioso por fecundar. Me subo al útero -quiero decir- al taxi y después de darle las gracias le digo que si me lleva a la Expo Guadalajara.

    El taxista le baja al volumen de su radio. Es muy joven, conduce como si me llevara en una moto y estuviera seguro de que somos dos gatos con nueve vidas por gastar. Va mascando chicle, su piel morena -curtida por el sol- contrasta con sus ojos color verde olivo. Veo de reojo en la parte de atrás del auto un bulto: son unas cobijas y una chamarra. Él se da cuenta que las vi y como si adivinara mi curiosidad, me platica que su madre no lo dejó salir sin eso en la mañana.

    “¿Y a qué va a la Expo, amigazo?”, me dice. Yo, que acabo de asombrarme con la rapidez con que uno puede hacer amigos en la vida real y no nomás en Faceook, le digo que voy a la FIL.

    “¿Va a comprar libros?, me pregunta con la misma desfachatez con la que se pasa otro alto. Y yo le respondo que no, que -bueno- a lo mejor y en una de esas sí, pero que mi trabajo es ir en busca de historias qué contar.

    Hagan de cuenta que le dije “como niños crudos” o “soy El Mesías”, porque ha despegado sus ojos del camino para voltear a verme fijamente a la cara. Mi respuesta a su acción es por demás estúpida: fijo mis ojos en la avenida, como si por los míos el chofer pudiera ver.

    Luego de un breve silencio al fondo cual se escucha a Diego Verdguer cantar aquella de “hoy veo el tren partir”… El taxista, mi mejor nuevo amigo, me dice que si quiero historias los taxistas tienen muchas, todos los día. Le digo que lo sé perfectamente, que cada que me subo a uno bajo con al menos dos. Me dice que él nunca ha ido a la FIL, que pensaba que sólo se iba “a comprarles libros a los escritores”. Y cuando me dice eso me imagino que estaría padre una Feria del Libro en la que hubiera puestos como en el mercado y cada uno estuviera atendido por un escritor, que vendiera sus propios libros. El taxista me saca de mis pensamientos subiéndole el volumen al radio, al momento que escucha lo que él llama “el anuncio cholo de la FIL”. Y lo canta, sólo que donde debía decir “somos curiosos” él dice “somos furiosos” y le pega al volante, dando vuelta -por fin- en Avenida de las Rosas.

    Ya casi con un pie abajo, me dice que ya no hubo tiempo de contarme unas historias y saca de abajo de su asiento un periódico de nota roja que me enseña con orgullo. “Aquí sí cuentan unas historias perronas”, me dice, “por eso yo lo compro diario”. Le pago, me despido y camino hacia la entrada, pensando si mejor no debía irme de taxista a buscar historias. Mientras me decido, le mando un saludo a Sergio, el taxista “furioso” que nunca ha venido a la FIL.

 (Crónica leída el lunes 28 de noviembre en el programa Como en Feria, de Radio Universidad de Guadalajara, conducido por Alfredo Sánchez y Sofía Solórzano)

David Izazaga es cronista, amigo de un taxista de nombre Sergio y tuitero: @dizazaga. También es director editorial de la revista KY y colaborador de El Informador. Más lo que se acumule en esta semana.